PUEBLOS DEL BIERZO (II): VALBOA O BALBOA
Sin lugar a dudas, el municipio del Bierzo que guarda más similitudes con el mundo rural y de montaña gallego es Balboa.
Su nombre es la transposición en la toponimia del río principal que discurre por estos parajes y, entorno a él, se distribuyen diecisiete aldeas o localidades: Valboa (Balboa), Canteixeira (Cantejeira), Castañeiras, Castañoso, Chan de Vilar (Chan de Villar), Fonte da Oliva (Fuente de Oliva), Lamagrande, Pumarín, Paraxís (Parajís), Quintela, Ruidelamas, Ruydeferros, Vilariños (Villariños), Valverde, Vilanova (Villanueva), Vilafeile (Villafeile) y Vilarmarín (Villarmarín).La cabecera del municipio, Balboa, se encuentra a 700 m. de altitud y el censo total municipal asciende a 480 habitantes.
JOSÉ M. Gutierrez,Monteserin ALCALDE:
Este Edil, aparte de opiniones personales, ha logrado no sólo ser objeto de publicidad en los medios de masas por "el carril-vaca", sino que sus actuaciones son bastante sonoras y positivas:
Ha iniciado la renovación de la palloza de Villariños, que la convertirá en la segunda pública del municipio, con un aprovechamiento admirable (con la habilitación de una plaza, será un espacio de convivencia y compartición del tiempo libre para los vecinos) y, como complemento, se intenta captar visitantes a través de una estrategia de servicio.
El Consistorio de Balboa ha instalado una antena "vía satélite" en la misma Casa Consistorial, con la aspiración de ir creando una red WiFi, lo que favorecerá tanto a lugareños como a visitantes de "fin de semana".
CELEBRACIONES Y ESPECTÁCULOS:
Es digno de hacerle una especial mención a la bautizada como "Noche Mágica" de San Juan que, el 23 de junio de los últimos años, se convierte en noche de "festa rachada". Se dispone, por otra parte, de un Auditorio que se prepara y acondiciona para este evento.
Gracias al bueno de "Chis", en algunos fines de semana a lo largo del año, se producen animadas actuaciones que son variadas y diversas en la Palloza- ¡cómo no!- de Chis.
Tradición, amor al terruño, humildad, respeto, esfuerzo colectivo y hospitalidad sin límites, han hecho que los visitantes se sientan cómodos y acogidos.
HISTORIA:
El topónimo Balboa es muy posible que derive de una magnificación de su belleza y de todo el espacio contiguo al macizo de Cervantes, denominándose en época romana "Vallis bona".
Para comprender mínimamente los avatares por los que pasó esta zona a través del tiempo, es ineludible referirse a tres elementos que destacan por su esplendor o recuerdan glorias pasadas: las pallozas, el Castillo de Balboa y la Iglesia de Santa Marina.
El Castillo de Balboa data del S. XIV y fue nuevamente objeto de reformas en el S. XV.
Actualmente su estado es ruinoso e irreversible. Sólo conserva la torre del homenaje y, siendo su titularidad municipal, el Ayuntamiento piensa ya en rehabilitarlo y darle valor. Su importancia histórica estriba en que explica ciertos hechos acaecidos en estas tierras. En principio, fue propiedad vinculada al linaje de los Rodríguez de Valcárcel. En el S. XV pasa a pertenecer al Conde de Lemos, de la extensa familia de los Ossorio, que tenían una relación y relevancia en la Corte bastante notable. Durante años, asimismo, fue un dominio de los Reyes Católicos, pasando después a manos de los marqueses de Villafranca. Está relatado con certeza suficiente cómo este monumento jugó un papel apreciable en el episodio de la revuelta "irmandiña", siendo su dueño entonces D. Pedro Álvarez Ossorio. Luego hubo de ser restaurado y, en parte, reconstruido.
La Iglesia de Santa Marina, bajo cuya advocación se halla Balboa que la honra del 17 al 19 de julio de cada verano, goza de una figura de protección débil, como es la genérica de Patrimonio Histórico Español. Corresponde al S. XVI, apreciándose en ella elementos románicos y renacentistas en todo lo que es estructura. Sin embargo, en el interior del templo, se pueden admirar unos excelentes retablos barrocos. Recientemente, se ha mejorado la calificación de este monumento religioso con la Declaración de interés turístico.
Ya en el ámbito de la historia natural, se ha de hacer mención a la catalogación como árboles monumentales y ecosistema singular de los tejos de Lamagrande y Villafeile y los "soutos" (sotos) de castaños, algunos de gran valor ecológico, en Balboa.
Durante casi todo el Siglo pasado, Balboa ha sido un enclave ignorado y con dificultades de comunicación. La mejora en todos los aspectos que ha supuesto la A-6, que no está lejos de los pueblos del municipio, ha ocasionado un relativo auge turístico, a lo cual ha contribuido tanto la puesta en vigencia del llamado "agroturismo" como el carácter emprendedor de algunas personas. Se ha partido de sumar encantos y de un concepto de desarrollo sostenible: así, la proximidad de la Reserva Nacional de Caza de Ancares ha sido un reclamo evidente para los cazadores; las pallozas, dentro de un respeto escrupuloso a su arquitectura, se han transformado en tabernas y restaurantes, donde se nos ofrece y permite degustar toda clase de platos típicos bercianos. Y, si a ello se añaden los ricos productos hortícolas y la sabrosísima carne de la ganadería local, se ha de concluir en que aquí tenemos un "miniparaíso gastronómico".
Casi todos los pueblos se pueden visitar en una jornada, o mejor todavía en un fin de semana, ya que todos nos impresionarán por su radical belleza. Ejemplos de ello son Cantejeira, con su ya conocida palloza-restaurante y su Iglesia parroquial del S. XVI; Castañoso y, sobre todo, Chan de Vilar, puntos para la contemplación de increíbles vistas paisajísticas; Quintela, Lamagrande, Valverde de Balboa, Vilarmarín, Castañeiras,…
En un conjunto paisajístico de puro ensueño, en una atmósfera constante de lo auténtico y natural, homogénea en todo el contorno, se pasa insensiblemente de pueblo a pueblo, de aldea a aldea, a cada cual más verde. Las abundantes y habituales nevadas invernales logran que se extienda ante nuestros ojos un manto inmenso de verdor de prados, húmedo y fresco.
Bajo la pequeña capa de manto de las praderías se adivinan rocas, capas pizarrosas, areniscas y el duro granito, brotando incontenibles por doquier árboles de una majestuosidad envidiable.
Las zonas ocupadas por el brezo son las más numerosas, aunque a la diversidad y variedad paisajística contribuyan castaños, carballares, robles centenarios y colonias esparcidas de acebos.
Como nota a descubrir es todo el sistema ribereño del río Balboa, de la misma manera que se puede disfrutar de sus aguas en la playa fluvial de la capital municipal, si no se es excesivamente friolero.
El urogallo, especie montaraz en peligro de extinción, se puede escuchar y ver por estos lares, compartiendo su hábitat con una buena cantidad de otras especies: jabalíes, cernícalos, lobos, gatos monteses, nutrias,…,animales que necesitan de un determinado y especial condicionamiento en cuanto a no invasión humana para sobrevivir.
La apacibilidad y despoblamiento de estas tierras nos hacen presagiar que en un futuro conseguiría desempeñar esta zona la función de pasillo natural del oso pardo.
El Valle ,que se conforma a los márgenes y en relación con el río Balboa, formado por un poblamiento diseminado semejante al de la montaña gallega, trae como consecuencia que persistan aún diecisiete núcleos habitados, con una tranquilidad cuasi-conventual, donde el silencio sólo es alterado por la sinfonía de la naturaleza, incitando a descansar en unos parajes de aislamiento y serenidad. Si a ello se une el buen hacer de los habitantes de siempre, grandes artesanos en una economía que fue precaria y que siempre respetaron y se extasiaron con una naturaleza que tiende a la superación y perfección, no cabe sino admitir que el ejemplo de adaptación y confusión del hombre con su medio natural es aquí de una simbiosis insuperable.
Incluso, los restos derruidos del Castillo sirven para parada y anidamiento de aves como grajos y mochuelos y algunas otras de "mal agüero".
El topónimo Balboa es muy posible que derive de una magnificación de su belleza y de todo el espacio contiguo al macizo de Cervantes, denominándose en época romana "Vallis bona".
Para comprender mínimamente los avatares por los que pasó esta zona a través del tiempo, es ineludible referirse a tres elementos que destacan por su esplendor o recuerdan glorias pasadas: las pallozas, el Castillo de Balboa y la Iglesia de Santa Marina.
El Castillo de Balboa data del S. XIV y fue nuevamente objeto de reformas en el S. XV.
Actualmente su estado es ruinoso e irreversible. Sólo conserva la torre del homenaje y, siendo su titularidad municipal, el Ayuntamiento piensa ya en rehabilitarlo y darle valor. Su importancia histórica estriba en que explica ciertos hechos acaecidos en estas tierras. En principio, fue propiedad vinculada al linaje de los Rodríguez de Valcárcel. En el S. XV pasa a pertenecer al Conde de Lemos, de la extensa familia de los Ossorio, que tenían una relación y relevancia en la Corte bastante notable. Durante años, asimismo, fue un dominio de los Reyes Católicos, pasando después a manos de los marqueses de Villafranca. Está relatado con certeza suficiente cómo este monumento jugó un papel apreciable en el episodio de la revuelta "irmandiña", siendo su dueño entonces D. Pedro Álvarez Ossorio. Luego hubo de ser restaurado y, en parte, reconstruido.
La Iglesia de Santa Marina, bajo cuya advocación se halla Balboa que la honra del 17 al 19 de julio de cada verano, goza de una figura de protección débil, como es la genérica de Patrimonio Histórico Español. Corresponde al S. XVI, apreciándose en ella elementos románicos y renacentistas en todo lo que es estructura. Sin embargo, en el interior del templo, se pueden admirar unos excelentes retablos barrocos. Recientemente, se ha mejorado la calificación de este monumento religioso con la Declaración de interés turístico.
Ya en el ámbito de la historia natural, se ha de hacer mención a la catalogación como árboles monumentales y ecosistema singular de los tejos de Lamagrande y Villafeile y los "soutos" (sotos) de castaños, algunos de gran valor ecológico, en Balboa.
Respecto a las construcciones de vivienda antiguas, pallozas, se ha de significar que estos llamativos elementos-inmuebles de la arquitectura popular se han conservado en prácticamente todas las poblaciones o, como mínimo, vestigios de ellos. Estos notables ejemplos de vivienda antigua, de origen prerromano, fueron adaptados durante la Edad Media a las condiciones climatológicas y de vida de los pobladores y están ligadas estrechamente a un modo de integración en el medio armónico de las gentes, lo que les da un extraordinario atractivo.
Los nombres de los Picos de Ancares, que se enseñorean del Valle de Balboa, expresan un miticismo y cariño que los montañeros y aficionados a deportes de montaña, tanto gallegos como leoneses, siempre les han prodigado: Sorbeira, Mostellar, Miravalles, Cuiña, Penarrubia,…
Otro lugar preferente para los naturalistas es Cantejeira: la Palloza de esta localidad está restaurada y decorada con un buen gusto (Casa de Lamas). Por la festividad de San Lorenzo, este rincón hierve con el bullicio de los forasteros. Las calles o callejones de este pueblo tienen un grado notorio de inclinación y pendiente y todavía se conservan los corredores tradicionales en una buena proporción de las casas. En la Palloza se reviven, como en otro tiempo, los "filandones" o reuniones vecinales alrededor de la hoguera o chimenea para conversar largamente en los crudos inviernos fríos y de intensas nevadas.
Lo cual trae, como efecto positivo, que las fuentes y manantiales de las aldeas proporcionen una cantidad abundante y una calidad excepcional de agua "fresquísima".
Los nombres de los Picos de Ancares, que se enseñorean del Valle de Balboa, expresan un miticismo y cariño que los montañeros y aficionados a deportes de montaña, tanto gallegos como leoneses, siempre les han prodigado: Sorbeira, Mostellar, Miravalles, Cuiña, Penarrubia,…
Otro lugar preferente para los naturalistas es Cantejeira: la Palloza de esta localidad está restaurada y decorada con un buen gusto (Casa de Lamas). Por la festividad de San Lorenzo, este rincón hierve con el bullicio de los forasteros. Las calles o callejones de este pueblo tienen un grado notorio de inclinación y pendiente y todavía se conservan los corredores tradicionales en una buena proporción de las casas. En la Palloza se reviven, como en otro tiempo, los "filandones" o reuniones vecinales alrededor de la hoguera o chimenea para conversar largamente en los crudos inviernos fríos y de intensas nevadas.
Lo cual trae, como efecto positivo, que las fuentes y manantiales de las aldeas proporcionen una cantidad abundante y una calidad excepcional de agua "fresquísima".
Durante casi todo el Siglo pasado, Balboa ha sido un enclave ignorado y con dificultades de comunicación. La mejora en todos los aspectos que ha supuesto la A-6, que no está lejos de los pueblos del municipio, ha ocasionado un relativo auge turístico, a lo cual ha contribuido tanto la puesta en vigencia del llamado "agroturismo" como el carácter emprendedor de algunas personas. Se ha partido de sumar encantos y de un concepto de desarrollo sostenible: así, la proximidad de la Reserva Nacional de Caza de Ancares ha sido un reclamo evidente para los cazadores; las pallozas, dentro de un respeto escrupuloso a su arquitectura, se han transformado en tabernas y restaurantes, donde se nos ofrece y permite degustar toda clase de platos típicos bercianos. Y, si a ello se añaden los ricos productos hortícolas y la sabrosísima carne de la ganadería local, se ha de concluir en que aquí tenemos un "miniparaíso gastronómico".
Casi todos los pueblos se pueden visitar en una jornada, o mejor todavía en un fin de semana, ya que todos nos impresionarán por su radical belleza. Ejemplos de ello son Cantejeira, con su ya conocida palloza-restaurante y su Iglesia parroquial del S. XVI; Castañoso y, sobre todo, Chan de Vilar, puntos para la contemplación de increíbles vistas paisajísticas; Quintela, Lamagrande, Valverde de Balboa, Vilarmarín, Castañeiras,…
FLORA Y FAUNA:
Bajo la pequeña capa de manto de las praderías se adivinan rocas, capas pizarrosas, areniscas y el duro granito, brotando incontenibles por doquier árboles de una majestuosidad envidiable.
Las zonas ocupadas por el brezo son las más numerosas, aunque a la diversidad y variedad paisajística contribuyan castaños, carballares, robles centenarios y colonias esparcidas de acebos.
Como nota a descubrir es todo el sistema ribereño del río Balboa, de la misma manera que se puede disfrutar de sus aguas en la playa fluvial de la capital municipal, si no se es excesivamente friolero.
El urogallo, especie montaraz en peligro de extinción, se puede escuchar y ver por estos lares, compartiendo su hábitat con una buena cantidad de otras especies: jabalíes, cernícalos, lobos, gatos monteses, nutrias,…,animales que necesitan de un determinado y especial condicionamiento en cuanto a no invasión humana para sobrevivir.
La apacibilidad y despoblamiento de estas tierras nos hacen presagiar que en un futuro conseguiría desempeñar esta zona la función de pasillo natural del oso pardo.
El Valle ,que se conforma a los márgenes y en relación con el río Balboa, formado por un poblamiento diseminado semejante al de la montaña gallega, trae como consecuencia que persistan aún diecisiete núcleos habitados, con una tranquilidad cuasi-conventual, donde el silencio sólo es alterado por la sinfonía de la naturaleza, incitando a descansar en unos parajes de aislamiento y serenidad. Si a ello se une el buen hacer de los habitantes de siempre, grandes artesanos en una economía que fue precaria y que siempre respetaron y se extasiaron con una naturaleza que tiende a la superación y perfección, no cabe sino admitir que el ejemplo de adaptación y confusión del hombre con su medio natural es aquí de una simbiosis insuperable.
Incluso, los restos derruidos del Castillo sirven para parada y anidamiento de aves como grajos y mochuelos y algunas otras de "mal agüero".
Las pallozas, soluciones de vivienda excelsas en unas condiciones climáticas más bien desfavorables, no tienen fecha exacta determinada de aparición. Es más, algunos sostienen que los hórreos, complementarios a la vivienda, usados como almacén de alimentos a salvo de alimañas y otros animales silvestres, tienen reminiscencias de los antiguos "palafitos" por similitud de fines: la protección, aislamiento de peligros y defensa del hombre en unas primeras etapas sociales o presociales.
La gastronomía, a pesar de haberse ya aludido a su riqueza, se ha de reiterar que aún es bastante de fogón pues, de una u otra forma, la tradición de la caza ha dejado un poso de asados, lumbre de suelo, guisos de venado,…, lo cual aún hoy se puede practicar en la ya mencionada Reserva Nacional de Caza de Cervantes (Ancares), colindante con estas hermosísimas parcelas de encanto natural.
MARCELINO B. TABOADA
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Publicado por VRedondoF para TURISMO el 6/26/2009 04:44:00 PM