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Injerencias inaceptables

Injerencias inaceptables
CON VIENTO FRESCO
FirmaJOSÉ A. BALBOA DE PAZ

QUE CASTELAO, en su libro Sempre en Galiza , reivindicase el Bierzo como gallego -la quinta provincia- era una expresión más, falsa desde el punto de vista histórico, del historicismo romántico de la generación Nos, que tan bien encarnaba. Que un grupúsculo nacionalistas incluya el Bierzo en sus mapas escolares ante la pasividad del gobierno gallego es sólo una anécdota más de la insolencia con la que algunos nacionalistas suelen acompañar sus estólidos discursos. Pero cuando hablamos de la lengua gallega y su expansión hacia las comarcas limítrofes de Castilla y León, mediante enmiendas al Estatuto de Castilla y León, la cosa deja de tener gracia para convertirse en una injerencia inaceptable, por mucho que amemos la lengua de Rosalía, como es mi caso.

En el Bierzo oeste se ha hablado y se habla gallego, en una variante dialectal de esa lengua, que nadie discute y que como bien cultural, que enriquece nuestra comarca, hay que proteger. Hoy dicho Bierzo oeste es una zona de montaña casi despoblada, que no alcanza los 10.000 habitantes, pero esa no es razón suficiente para condenarla al olvido, ni en su lengua ni en sus necesidades materiales, como a veces reivindican sus alcaldes. Por acuerdo de los gobiernos de ambas comunidades, las escuelas de la zona están autorizadas a impartir clases de gallego, medida positiva pues se trata de una opción voluntaria, bien aceptada por todos, que contribuye a conservar la lengua gallega en pueblos en los que tradicionalmente se ha hablado.

Más discutible, y pedagógicamente injustificable, es lo que ocurre en la Enseñanza Secundaria con el apoyo y consentimiento de la Junta de Castilla y León. En este caso los que eligen gallego no reciben clases de esa lengua como tal, como debería ocurrir (hay una optativa de gallego en 4º curso y en junio se aprobó el currículo de otra optativa en el Bachillerato), sino que se forman grupos en los que las Ciencias Sociales de los cuatro cursos de Secundaria se imparten en gallego por profesores que no son especialistas en dicha materia, sino en filología gallega (en algunos centros, con libros de Ciencias Sociales no de la comunidad sino de Galicia). Estos profesores los nombra la Xunta y los paga la Junta (los progres critican esto en la asignatura de religión pero se callan en la de gallego, pues no debe de ser políticamente correcto); pero ese no es el mayor problema, lo es el nivel de conocimientos de esos niños en aquella materia; y esto lo permite la Junta.

La soberbia prepotente del nacionalismo gallego llega a su paroxismo estos días con la presentación de enmiendas en el Congreso Nacional al texto del Estatuto de Castilla y León, una de las cuales habla de que el gallego «es el idioma propio y oficial en los municipios limítrofes de Galicia. Una ley regulará las zonas de uso, los derechos de utilización por sus habitantes ante las administraciones públicas y las mediadas de protección y fomento de los diversos ámbitos sociolingüísticos». Aunque estuviéramos de acuerdo, que no lo estamos, esta es una injerencia inaceptable, que todos los grupos políticos de la comunidad han de rechazar sin más. ¿Aceptarían los gallegos que los castellanoleoneses introdujéramos enmiendas a su Estatuto en relación con la lengua castellana? Pondrían el grito en el cielo y nos pasarían por la cara lo del centralismo y otras zarandajas por el estilo.

No sé si esta y otras enmiendas son consecuencia del pacto suscrito en el año 2001 entre el Partido del Bierzo y el Bloque Nacionalista Gallego; en todo caso se trata de un partido que no cuenta, por no contar, ni tan siquiera con un par de concejales, lo que deja su representatividad en nada; pero lo grave no es ese pacto, ni el apoyo que socialistas y populares gallegos prestan a sus correligionarios del bloque, lo peor es el silencio de la Junta, que de ninguna manera puede permitir este tipo de injerencias. Por su parte, los leonesistas se pelean por la birregionalidad, que no es lo más importante, y se olvidan de defender lo que de verdad importa.